Ciencias de la salud y preguntas clave
Angie Catay
Introducción
Los objetivos de las ciencias de la salud se centran en tres principios fundamentales: alargar la esperanza de vida, mejorar la calidad de vida y que ambos objetivos se logren a un costo razonable. Pero, ¿qué hay más allá de esto? Antes de cualquier intervención nutricional, detenernos a reflexionar puede marcar la diferencia entre una acción impulsiva y una estrategia con verdadero impacto. Preguntas como “¿En lugar de qué?”, “¿En qué contexto?” y “¿Para qué?” nos invitan a mirar más allá de lo inmediato y a considerar el papel profundo de nuestras decisiones en la salud, tanto personal como colectiva.
¿En lugar de qué o comparado con qué?
Al reflexionar sobre esta pregunta, nos adentramos en una evaluación más profunda de cada alimento. No se trata simplemente de clasificar un alimento como “bueno” o “malo”, sino de entender con qué estamos comparando esa elección y qué implicaciones conlleva. En un mundo donde nuestros requerimientos nutricionales son limitados y la disponibilidad de alimentos varía, cada elección que hacemos desplaza otra opción.
Este enfoque se relaciona con el principio de sustitución isocalórica. Al elegir un alimento, es útil preguntarse: “¿Qué alimento estoy dejando de lado al optar por este otro?” Por ejemplo, al considerar el consumo de un alimento alto en colesterol, surge la cuestión: ¿qué alternativas estamos desplazando al incluir este alimento en nuestra dieta? Esta reflexión nos invita a considerar no solo el valor nutricional del alimento, sino también su comparación con opciones más saludables, especialmente si nuestro objetivo es maximizar nuestra longevidad y calidad de vida.
Aquí es donde cobra especial relevancia la necesidad de contar con un comparador específico al evaluar nuestras elecciones alimentarias. Sin esta referencia, nos arriesgamos a realizar juicios subjetivos que no capturan adecuadamente la complejidad inherente a nuestras decisiones relacionadas con la alimentación. Esta falta de un marco comparativo claro puede llevarnos a obviar aspectos fundamentales y a no responder de manera objetiva a preguntas cruciales sobre lo que realmente significa elegir un alimento en lugar de otro. Aquí se usaría el término tan importante, pero a la vez poco analizado “este alimento es más saludable comparado con …”.
¿En qué contexto?
Para comprender mejor nuestras decisiones alimentarias, es esencial considerar los distintos contextos en los que se presentan. Cada situación tiene sus propias necesidades y prioridades, y no siempre se trata de alcanzar el ideal absoluto en todo momento, sino de avanzar hacia una versión más saludable y sostenible de nosotros mismos.
Tomemos como ejemplo el colesterol dietético. Sabemos que la ingesta de colesterol exógeno, es decir, el que obtenemos a través de los alimentos, debería ser mínima o idealmente nula. Sin embargo, ¿qué sucede si un paciente desnutrido solo tiene acceso a alimentos ricos en colesterol? En este caso, la prioridad es corregir la desnutrición y mejorar su estado general. Aunque lo óptimo sería evitar o no consumir colesterol exógeno debido a que ya producimos suficiente endógenamente. Este contexto nos lleva a enfocarnos primero en atender la desnutrición que presenta el paciente.
Ahora, imaginemos otro caso, en el que un paciente fumador acude al consultorio de nutrición porque quiere mejorar su salud. Este paciente fuma una cajetilla al día, es decir, 20 cigarrillos, y pregunta al nutricionista cuántos cigarrillos debería fumar. El nutricionista le sugiere reducir el consumo a 5 cigarrillos diarios, y el paciente pregunta si esta cantidad es la más óptima. El nutricionista le indica que reducir a 5 cigarrillos es mucho mejor en comparación a fumar 20, y es un paso hacia una vida más saludable, pero no es lo óptimo. Lo óptimo sería no fumar, ya que fumar causa cáncer. Sin embargo, esta reducción es una estrategia significativa, y va acercando al paciente a los objetivos clave de la salud, es decir, que el paciente viva más (longevidad), viva mejor (calidad de vida), y todo ello a un costo razonable (minimizar gastos).
¿Para qué?
Las elecciones alimentarias que hacemos tienen implicaciones que van mucho más allá de nuestras necesidades individuales, ya que influyen en la salud colectiva y en el equilibrio ambiental. Optar por una dieta rica en vegetales integrales no solo es un paso hacia la prevención de enfermedades crónicas y la promoción de una vida más larga y saludable, sino que también representa una forma poderosa de reducir nuestra huella ambiental.
Cada vez que priorizamos alimentos vegetales integrales, contribuimos a un sistema de producción de alimentos que consume menos agua, emite menos gases de efecto invernadero y requiere menos tierras de cultivo en comparación con la producción de alimentos de origen animal. En un mundo cuya población se proyecta en casi 10 mil millones para 2050, la adopción de dietas sostenibles se vuelve esencial para enfrentar el aumento de la demanda de recursos naturales. Este enfoque se convierte, así, en una herramienta no solo para el bienestar individual, sino para garantizar la disponibilidad de alimentos y recursos para futuras generaciones. Elegir una alimentación más sostenible es una inversión en el planeta, un compromiso con nuestro entorno y una responsabilidad hacia el futuro.
Reflexiones
Preguntarse “¿en lugar de qué?” y “¿para qué?” convierte cada elección en una oportunidad para mejorar nuestra salud y contribuir a un futuro más sostenible. Optar por una dieta rica en vegetales integrales no solo promueve el bienestar individual y cumple con los objetivos de las ciencias de la salud, sino que también apoya un sistema alimentario que protege el planeta. Cada acción en la elección de alimentos se convierte en una inversión en un futuro más saludable y en un compromiso con el entorno, recordándonos que nuestras decisiones diarias pueden ser un motor de cambio positivo.
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